Foto @chistianbatemann |
Lo siento pero no voy a pedir perdón por ser lo que soy, por
vivir como vivo, por soñar lo que sueño. No agacharé la cabeza ante ningún
abuso de poder, ni giraré la vista ante ninguna injusticia. No dejaré que la
opinión popular me arrastre con la marea y prometo sacar fuerzas para nadar a
contracorriente todo lo que sea necesario. No negaré que me ahogo en la
superficie y que me agota la banalidad de la vida corriente. Y por consiguiente
acepto ser extraterrestre en el mismo planeta que me empeño en salvar encarecidamente
de Este a Oeste. Y lucho diariamente
contra las bocas demasiado grandes con mentes demasiado pequeñas, contra la
falta de implicación, de información y contra mi propia condescendencia. Y
libro pequeñas batallas en la guerra por la justicia social. Por la dignidad de
las personas que mueren en el mar, por las que saltan alambradas, por las que
sufren maltrato, por las que viven con miedo, por las mujeres sin voz, por los
inmigrantes sin suelo. Contra la banca de la indignidad, contra la hipocresía
de la Iglesia, contra la falsa moral, contra el miedo al cambio, contra la
impunidad judicial.
Y trato de luchar desde la felicidad, combatiendo la
amargura de ir siempre en el bando perdedor, pero con la honestidad intacta y
la ilusión de construir un mundo mejor. Porque lejos de estar llena de odio
todo lo que tengo es amor, hacia un concepto, una idea, un compromiso sin
género, raza o color. Un mundo en el que cualquiera pueda besarse el alma y las
costillas, sin Dios, ni patria que se atreva a encarcelarte.
Se llama utopía a los sueños que se alcanzan con la lucha. Y
yo elijo vivir luchando sin la ambición de cambiar el mundo, pero con la
aspiración de contribuir en cada paso. Y es que a pesar de escoger el camino difícil,
no sabría vivir de otra forma.
Así que hoy, lejos de pedir perdón pediría que se llenen las
plazas, que derriben los escudos, que asalten el Congreso, que volvamos a
nacer. Por nuestros muertos, por el silencio forzado, por la envenenada
Transición. Por los Borbones, los ladrones y los consejos de administración.
Por la gente sin casa, casas sin gente, por la asquerosa corrupción. Porque se
caigan las mordazas, porque tiren las armas, porque no se vuelva a gobernar sin
corazón.
Por eso, querida utopía, prometo defenderte hoy y siempre,
durante todos los días de mi vida.