Perdona, esta vez
llego tarde. No me lo tengas en cuenta, desde que llevo reloj no llego a
tiempo. Y no te he escrito, ni a ti, ni a los tuyos ni a los nuestros. Y los míos
me mandan cartas urgentes para advertirme que
si no doy señales de vida llaman a la policía, y eso digo yo, que a ver
si me encuentran porque últimamente me estoy buscando. Y no he dejado de querer
hablarte, en el autobús o mientras cruzo el parque, pero siento que te mereces
algo más que unas palabras deprisa, que esta es nuestra cita y casi creo que
escucho tu risa. Y ojalá fuera tan real que me reviviera, que me devolviera y
me alumbrara el camino para que lo viera.
Nos echo de menos y eso me recuerda que me estoy
descuidando, que cuando me desconecto de mi
te pierdo. Pero he vuelto, para darte las gracias, por este momento, por
sentarte conmigo y quitarme de en contra el viento. Gracias, porque aunque yo
haya llegado tarde, tú no has podido llegar más a tiempo. Por hacer magia y
devolverme a mi cuerpo, por regalarme una brújula y por hacerte inmortal solo para demostrarnos el valor de la vida. La vida que escogemos, el coste de los sueños
que no perseguimos y el porcentaje de besos que no amortizamos. Las llamadas
que no hacemos, los te quiero que no
invertimos y las metas que aplazamos para el siguiente presupuesto. Asumiendo
que ya llegará una partida más grande y que aún nos queda tiempo. Olvidando que
la vida es nuestro patrimonio neto y lo perdemos en los costes de todas las
cosas que posponemos, llevando a la quiebra la herencia más grande que jamás
cobraremos. La vida que nos dieron. La libertad que otros lograron por
nosotros. Y el tiempo que se consume despacio como vela encendida en el
alfeizar de una ventana, confiada en que el viento no soplará de frente.
Pero hicimos un pacto.
Prometimos que tu serías la voz que me recordara el valor de cada minuto que se
me escapaba y asumí la responsabilidad de vivir siendo. Siendo por ti, por mi,
por los tuyos y los nuestros.
Y gracias por venir, por brindar con vino y celebrar la
vida.
La vida que nos queda, la vida que nos une, la vida que nos
recuerda cada 8 de diciembre que hay que seguir viviendo.