viernes, 16 de diciembre de 2016

Llegas a tiempo





Perdona, esta  vez llego tarde. No me lo tengas en cuenta, desde que llevo reloj no llego a tiempo. Y no te he escrito, ni a ti, ni a los tuyos ni a los nuestros. Y los míos me mandan cartas urgentes para advertirme que  si no doy señales de vida llaman a la policía, y eso digo yo, que a ver si me encuentran porque últimamente me estoy buscando. Y no he dejado de querer hablarte, en el autobús o mientras cruzo el parque, pero siento que te mereces algo más que unas palabras deprisa, que esta es nuestra cita y casi creo que escucho tu risa. Y ojalá fuera tan real que me reviviera, que me devolviera y me alumbrara el camino para que lo viera.

Nos echo de menos y eso me recuerda que me estoy descuidando, que cuando me desconecto de mi  te pierdo. Pero he vuelto, para darte las gracias, por este momento, por sentarte conmigo y quitarme de en contra el viento. Gracias, porque aunque yo haya llegado tarde, tú no has podido llegar más a tiempo. Por hacer magia y devolverme a mi cuerpo, por regalarme una brújula y por hacerte inmortal solo para demostrarnos el valor de la vida.  La vida que escogemos, el coste de los sueños que no perseguimos y el porcentaje de besos que no amortizamos. Las llamadas que no hacemos,  los te quiero que no invertimos y las metas que aplazamos para el siguiente presupuesto. Asumiendo que ya llegará una partida más grande y que aún nos queda tiempo. Olvidando que la vida es nuestro patrimonio neto y lo perdemos en los costes de todas las cosas que posponemos, llevando a la quiebra la herencia más grande que jamás cobraremos. La vida que nos dieron. La libertad que otros lograron por nosotros. Y el tiempo que se consume despacio como vela encendida en el alfeizar de una ventana, confiada en que el viento no soplará de frente.

Pero hicimos un pacto. Prometimos que tu serías la voz que me recordara el valor de cada minuto que se me escapaba y asumí la responsabilidad de vivir siendo. Siendo por ti, por mi, por los tuyos y los nuestros.  

Y gracias por venir, por brindar con vino y celebrar la vida.


La vida que nos queda, la vida que nos une, la vida que nos recuerda cada 8 de diciembre que hay que seguir viviendo.