Javi Pérez, sin querer. |
Insuficiente es una palabra que no cabe, a pesar de ser
pequeña, demasiado pequeña, no entra, ni siquiera a empujones. Tal vez porque
la palabra demasiado es gigante. Y se desborda. Y en mi mente sobra.
Y de repente es otoño.
Y pasas de ser residente a convertirte en invitado, como
todos los otoños, pero más fuerte. Y me preocupa acostumbrarme a la soledad que
crece entre mis azulejos y mis techos altos. Y me estoy acomodando en el hueco
de los cojines que rellenan una cama vacía, y al despertador de las seis y las siete. Y a beber casi todos los días. Y
admirar esta melancolía que me hace parecer más bohemia, más excéntrica y más
mona.
Y me pregunto si nuestro cuerpo es capaz de aguantar
nuestras ansias de crear, de inventar y de llegar lejos, esquivando los
consejos y las citas de los martes, cuando hacemos como si no supiéramos que
nosotras ya lloramos el domingo. Pero nos gusta sentirnos gladiadoras de
nuestra peli de acción, por esta esquizofrenia nuestra de amar todo lo que nos
consume, por el Síndrome de Estocolmo, y por aquella frase estúpida de “los
viajes astrales que solo puede pagar aquel que entiende que sin sacrificio no
hay gloria”. Pero realmente amo este lugar, aunque no sea de ningún sitio, y
nos estamos dando una segunda oportunidad, no porque la primera fuera mala,
sino porque asumí que se había terminado y era demasiado pronto. Pero insisto
en que me gustas porque para mi eres arte, te piso con zapatos nuevos y no dejo
de admirarte.
Y eso, que La Tranca está abierta, mañana se inaugura algo
en La Térmica y sé que es otoño porque ya llevo una semana escuchando Indi.