Elena. |
Vamos a tomarnos la penúltima,
que la noche se acaba y este es el momento. Vamos a decirnos lo mucho que nos
queremos, lo bueno que nos espera, pero lo que daríamos aun así por mirar atrás y volver a encontrarnos. Vamos a
sorberlo lento, disfrutando el momento, porque la botella se acaba y el sol ya
está saliendo. Pero vamos a mirarnos y a desnudarnos, déjame explicarte todo lo
que me has hecho, desde que vine con lo puesto.
Quiero contarte las millones de
risas que he ido tirando por tus calles, los miles de pasos que he dado en este
pasillo, el tomillo, las cientos de conversaciones a medias, las confesiones, los vídeos de sus borracheras. El mono de zumo,
la tarta de zanahoria, el vino dulce y el sitio donde es noviembre todas las
celebraciones. Pero sobre todo déjame
que te hable de ellas. Las que han sido mi casa, mis ojos y todas mis entrañas.
Llevo sus sonrisas tatuadas a fuego dentro. Las he crecido y ellas a mí,
conmigo. Nos hemos hecho grandes, juntas, recomponiendo nuestros trozos,
descifrando enigmas, encontrando piezas, componiendo nuestros puzles.
Dibujándonos completas.
Las he tenido en mis brazos, en
mi sofá, en mis historias. Más allá de la complicidad y la comprensión lo que
me han regalado se llama amor en mayúscula. Y han hecho que les entregue todo lo que soy, todo en
cuanto creo, y si me falta algo por darles es las gracias.
Pero vamos a seguir corriendo por
las calles, comiendo pizza a las tres o a las seis y a cerrar todos los bares,
antes de que nos echen por ser las más pesadas de la barra.
Y no se por qué pero nos pasa,
que hasta que no llegamos a la penúltima no nos lanzamos a contarnos, a
hablarnos de lo realmente importante. Y mañana probablemente sea un buen día,
pero ahora solo te diría “vamos a echarnos otra”.
Que este trago se me amarga, de
todo el dulce que me llevo.
A todas ellas, a esta ciudad. Os
llevo.