domingo, 19 de junio de 2016

La penúltima






Elena.





Vamos a tomarnos la penúltima, que la noche se acaba y este es el momento. Vamos a decirnos lo mucho que nos queremos, lo bueno que nos espera, pero lo que daríamos aun así por  mirar atrás y volver a encontrarnos. Vamos a sorberlo lento, disfrutando el momento, porque la botella se acaba y el sol ya está saliendo. Pero vamos a mirarnos y a desnudarnos, déjame explicarte todo lo que me has hecho, desde que vine con lo puesto.

Quiero contarte las millones de risas que he ido tirando por tus calles, los miles de pasos que he dado en este pasillo, el tomillo, las cientos de conversaciones a medias, las confesiones,  los vídeos de sus borracheras. El mono de zumo, la tarta de zanahoria, el vino dulce y el sitio donde es noviembre todas las celebraciones.  Pero sobre todo déjame que te hable de ellas. Las que han sido mi casa, mis ojos y todas mis entrañas. Llevo sus sonrisas tatuadas a fuego dentro. Las he crecido y ellas a mí, conmigo. Nos hemos hecho grandes, juntas, recomponiendo nuestros trozos, descifrando enigmas, encontrando piezas, componiendo nuestros puzles. Dibujándonos completas.

Las he tenido en mis brazos, en mi sofá, en mis historias. Más allá de la complicidad y la comprensión lo que me han regalado se llama amor en mayúscula. Y han hecho que  les entregue todo lo que soy, todo en cuanto creo, y si me falta algo por darles es las gracias.

Pero vamos a seguir corriendo por las calles, comiendo pizza a las tres o a las seis y a cerrar todos los bares, antes de que nos echen por ser las más pesadas de la barra.


Y no se por qué pero nos pasa, que hasta que no llegamos a la penúltima no nos lanzamos a contarnos, a hablarnos de lo realmente importante. Y mañana probablemente sea un buen día, pero ahora solo te diría “vamos a echarnos otra”. 

Que este trago se me amarga, de todo el dulce que me llevo.













A todas ellas, a esta ciudad. Os llevo.