lunes, 18 de abril de 2016

Luces


Adoro las personas. Las personas que pasan por la vida saltando de una baldosa a otra dejando un trozo de esencia en cada paso que dan, sin darse cuenta. Personas que inspiran, que expiran y dejan todo lo que son en el aire. En el mundo. Personas que sonríen a deshoras, cuando no hay un motivo aparente, cuando tan solo quieren soltar eso que tienen dentro, que a muchos les falta. Y odio profundamente a la gente, que son masa. Pero esas personas, joder, esas personas se pasan.

Y  es que me encantan esas que ponen caras raras cuando bailan, las chicas que van despeinadas a clase, los conductores de bus que silban, las madres que juegan al escondite, los hombres que lloran, la farmacéutica de la esquina, los ancianos de arriba. Las personas que iluminan.


Las preguntas indiscretas, las carcajadas inoportunas, las palabras que abrazan, las botas para la lluvia. Y me gustan. Las personas que se cambian el pelo, que llevan minifalda en el mes de febrero, y van descalzas, con el ego en el suelo y la vista bien alta, donde cualquiera no alcanza. En los rascacielos.

Ellas. Son las que mueven el mundo. Las que buscan ser la mejor versión de sí mismas y brillan con luz propia entre un millón de luces led.





A Elena. Por ser luz.