Hace poco se le cayó a alguien
una brújula en mis pies. Y fue acertado el desastre porque yo no sabía dónde
estaba. No sé cuándo me alejé del
norte, o en qué momento perdí de vista tanto el sur. Pero lo cierto es que ya no sé a dónde voy. Puede ser que
lleve tanto tiempo andado por este camino que se me haya olvidado porqué decidí
emprenderlo. Y ya no sé si es porque hace mucho que no me miro dentro o porque
nunca dejo de hacerlo, pero esta estúpida manía de analizarlo todo me está
comiendo. Y puede ser que el ritmo frenético de los días que no acaban me
envuelva en una corriente que no me deja mirar a los lados, o que sea yo la que
no quiera mirar y decida dejarme llevar por el agua.
Pero si hoy me miras puede ser
que no veas. No se, creo que hay algo que me tapa. Ha pasado mucho tiempo. He crecido. No se si en el buen camino,
supongo que en todos los sentidos. He crecido en victorias, en derrotas, y a
cada paso se me han ido endureciendo las botas. Creo que ha disminuido mi cuenta de abrazos, de ron y de explicaciones.
Parece ser que ya no me rio tan fuerte, que no tengo tiempo para verte y que
las cosas de verdad me importan cada vez un poco menos.
Creo que de cada 10 cm que he
crecido van cinco o seis de inseguridades, al menos dos de frustraciones, y un par más que me quedo para seguir haciendo
estupideces. Puede ser que haya perdido de vista quien soy, que nunca haya
decidido cómo serlo o que sean las hormonas que me están consumiendo.
Pero también es verdad que sigo
frunciendo el ceño cada vez que uno y dos suman tres, que cambio de estado de
ánimo cinco veces al día, que nunca prometo nada que no pueda cumplir; que odio
a los cobardes, a los curas, a la gente que no cuida el medio ambiente y a la
que me toca los pies.
Puede ser que básicamente todo
siga igual solo que ahora se ve menos. Y no tiene nada que ver, puede parecer
una estupidez, pero lo cierto es que hoy me
he cortado unos centímetros.