martes, 24 de marzo de 2015

Migratoria



Yo, desde los ojos de Alba



Qué bonito es coger tres cosas, ponerte las botas y largarte lo más lejos que puedas. Echar a andar y ver el mundo desde otra esquina, sobre otras calles, entre otras miradas. Qué bonito es entender que existen tantos mundos como ojos que observan, tantos sentimientos como corazones que laten y tan pocos idiomas como risas que se comparten. 


Qué curioso es darse cuenta de  que al mirar desde otra ventana, el mundo entero cambia de sentido. De que los pájaros vuelan de otra forma y de que cambiar de perspectiva cambia todo lo demás.


Amsterdam, desde los ojos de Ana.


Aterricé en Holanda con la vista puesta en su exquisito orden, entre el desorden de las bicicletas impacientes. Me topé con personas más de fuera que de dentro, que estaban allí de siempre o de paso, o tal vez como yo, que de repente empezaba a dudarlo.

Me asome a esa ventana, y , sin pretenderlo, me deje seducir por un país que contemplaba  datos más esperanzadores que los que me aguardaban a la vuelta. Me encontré un país con menos de un 8% de paro y un salario mínimo interprofesional de 1.500 €. Y me sentí inmigrante, empatizando de golpe y porrazo con todas esas personas que vemos como un número, una masa en movimiento que da vueltas por el mundo sin saber cuál es su sitio. Pero decidme ¿quién lo sabe? Al fin y al cabo todos somos inmigrantes del mundo buscando una oportunidad, aquí o más allá.


Y sin embargo, sigue habiendo fronteras, gente non grata y pases VIP para personas que aterrizaron en el mundo de la misma forma que todos los demás. Pero que absurdo me parece el hecho de sentirse con un derecho superior porque el azar te hizo nacer en una tierra, y que una bandera se convierta en trinchera y arremeta a cañonazos con quien tan solo busca una oportunidad en la vida.


Buenas tardes, sean migrantes.