miércoles, 25 de febrero de 2015

Escuadra y cartabón





Creo que allá fuera debe haber personas como yo. Personas cuyas cabezas hicieron con escuadra y cartabón, que se esfuerzan en establecer categorías y en hacer que encaje todo lo que nos rodea dentro de ellas.

En parte creo que es más bien una manía del ser humano, empeñarse en ponerle etiquetas a las cosas. Definiciones compuestas por palabras, nombres formados por letras, con principio y fin, con un significado socialmente acordado. Nos encabezonamos en ponerle nombre a las emociones, a los sentimientos y hasta a las relaciones. Les colgamos un cartelito, les construimos una explicación y los metemos a golpes en cajones con candados para asegurarnos de que no se moverán de ahí. Como si eso fuera posible. Como si la vida no implicara cambio y evolución. Como si las sensaciones se pudieran medir. O como si de verdad creyésemos que por ponerle un nombre a un sentimiento lo hiciésemos invariable.

Y lo peor no es eso. Lo peor es que cuando establecemos esas categorías lo hacemos con unas expectativas. Esperamos que las cosas que guardamos dentro de esos cajones se comporten de una forma concreta. Y cuando no ocurre así nos decepcionamos. Pero lo cierto es que nada es tan previsible, ni las personas, ni las relaciones, ni los sentimientos.  Y si lo fueran serían infinitamente menos divertidos. Es mucho más sano dejarse llevar, aceptar lo que pueden darnos los demás y absorber todo lo positivo, sin forzarlo. Sin exigencias y sin candados.

Porque es verdad que debe haber personas como yo que tengan la mente cuadriculada. Pero también es verdad que en un cuadrado cabe un número infinito de figuras. Y que además, siempre estas a tiempo de coger lápiz y goma y volver a dibujarlas.


Buenas noches, sean felices. Siempre.