Llega la primavera y el cuerpo
empieza a despertarse, a sobresaltos, como si le acabaran de echar un jarro de
agua fría. Desaparecen los días grises y
la monotonía para traernos una sobredosis de actividad. Más que la llegada del Sol y el polen de las flores,
lo que más me altera es la falta de aire.
La bajada de tensión que me
provoca esta estación se junta con el estrés y me deja una sensación rarísima en
el pecho.
La primavera siempre ha sido mi
estación preferida, pero este año estoy
tan saturada que me falta tiempo para prestarle atención.
No sabría decir si los días se me
hacen demasiado largos o demasiado insuficientes, pero lo que se seguro es que
me falta espacio.
Me falta tiempo para retomar la
novela que dejé a medias hace unos meses, para salir a recoger inspiraciones,
para descansar por las noches y para estar despierta por las mañanas. Me falta
la sensación de sumergirme en al agua y sentir todo el mar a mi alrededor, sin ningún
peso sobre mi. Pero sobre todo me falta tiempo para estar conmigo misma, sola.
A mi aire. Y así poder disfrutar sin peso
de la gente que tengo alrededor.
Cojan aire y sigan sonriendo. Buenas noches.